domingo, 7 de noviembre de 2010

Maria Antonieta De Austria

(Viena, 1755 - París, 1793) Reina de Francia. Hija de los emperadores de Austria, Francisco I y María Teresa, contrajo matrimonio en 1770 con el delfín de Francia, Luis, que subió al trono en 1774 con el nombre de Luis XVI. Mujer frívola y voluble, de gustos caros y rodeada de una camarilla intrigante, pronto se ganó fama de reaccionaria y despilfarradora. Ejerció una fuerte influencia política sobre su marido (al que nunca amó), ignoró la miseria del pueblo y, con su conducta licenciosa, contribuyó al descrédito de la monarquía en los años anteriores a la Revolución Francesa.

María Antonieta, reina de Francia
Pero quizá lo que más se recuerda de María Antonieta es su dramático final: detenida junto con el rey y otros nobles cuando trataban de huir de París, fue juzgada por el Tribunal Revolucionario y condenada a morir en la guillotina. A las diez y media de la mañana del día 16 de octubre de 1793, el pintor David, cómodamente instalado en la terraza del café La Régence, en la parisina calle de Saint-Honoré, realizó un apunte del natural de la reina María Antonieta camino del patíbulo. La llevaban sentada en una carreta e iba a ser ejecutada en la guillotina tras más de un año de calvario. El dibujo presenta a la reina como un fantoche patético tocado con una ridícula cofia de fámula bajo la cual asoman unos mechones de pelo lacio. En sus labios, crispados por la agonía, se muestra aún un orgullo que parece desafiar a la plebe. Es un apunte cruel, en el que el artista quiso desposeer a su víctima de todo residuo de esplendor o hermosura, mostrando en ella la fiera cautiva que ya no podría ejercer más sus perversidades. Para la multitud que la contempló ese día, María Antonieta era la encarnación del Mal; para muchos otros fue una reina mártir y un símbolo de la majestad y la entereza. Aquel despojo que David vio pasar rumbo al cadalso había sido, sin duda, una de las reinas más bellas que tuvo Europa y la más primorosa joya de Francia.
Desde su nacimiento en 1755, María Antonieta Josefa Ana de Austria, más conocida como María Antonieta de Austria, había vivido sumergida en la suntuosidad de la corte vienesa, rodeada de atenciones y ternura. Su padre, el emperador Francisco I, la adoraba. La emperatriz María Teresa, como el país entero, estaba embelesada con su hija y no podía negarle ningún capricho. Sus dos diversiones preferidas eran jugar con sus numerosos hermanos por los jardines del palacio de Schoenbrunn y esconderse de sus maestros. El compositor Gluck apenas consiguió hacer de ella una ejecutante mediocre de clavecín, y sus profesores de idiomas sólo lograron que hablara francés bastante mal y que se expresara en alemán correctamente, pero nunca pudieron enseñarle ortografía, porque la princesa se ponía triste y los desarmaba con encantadores mohínes.
A los 12 años supo que iba a ser reina de Francia. Su madre se dispuso a hacer de ella una perfecta princesa parisina y le asignó dos expertos que se ocuparan a fondo de la futura cabeza real: un preceptor eclesiástico y un ilustre peluquero. El primero debía reforzar su fe y su francés; al segundo se le encomendó la no menos delicada misión de edificar en la cabellera de la infanta una versallesca torre dorada llena de bucles. Una semana después, ambos se confesaron derrotados. El preceptor aseguraba que María Antonieta poseía un cerebro ingenioso y despierto, pero rebelde a toda instrucción; el peluquero no podía culminar su obra debido a la frente demasiado alta y abombada de la joven.

María Antonieta de Austria a los trece o catorce años, tocando el clavecín (óleo de Franz Xaver Wagenschön)
A los 14 años, cuando se casó con el duque de Berry, entonces Delfín y futuro rey Luis XVI, María Antonieta era ya una deliciosa muchacha espléndidamente formada, con un exquisito rostro oval, un cutis de color entre el lirio y la rosa, unos ojos azules y vivos capaces de condenar a un santo, un cuello largo y esbelto y un caminar digno de una joven diosa. Para el gusto francés, sólo su boca, pequeña y dotada del desdeñoso labio inferior de los Habsburgo, resultaba desagradable. El escritor inglés Horace Walpole, que apreció sus encantos durante la celebración de una boda, escribió: "Sólo había ojos para María Antonieta. Cuando está de pie o sentada, es la estatua de la belleza; cuando se mueve, es la gracia en persona. Se dice que, cuando danza, no guarda la medida; sin duda, la medida se equivoca..."
El matrimonio con el futuro rey de Francia fue bendecido el 16 de mayo de 1770. Hubo fastos, desfiles, grandiosas fiestas y solemnidades. Poco después, por la noche, no hubo nada. Al menos eso consignaría el Delfín en su diario en la mañana del día 17: "Rien." Una sola y enojosa palabra que seguirá escribiendo durante siete años, hasta que ella tenga el primero de sus cuatro hijos. María Antonieta, vital y poco inclinada a la santidad, se aburría soberanamente con su esposo y pronto comenzó a salir de incógnito por la noche, oculta tras la máscara de terciopelo o el antifaz de satén, y a resarcirse con algo más que simples galanterías.
Reina de Francia
En cuanto al Delfín, era robusto y bondadoso, pero también débil y no demasiado inteligente. Convertido en Luis XVI a los 20 años, María Antonieta escribirá a su madre: "¿Qué va a ser de nosotros? Mi esposo y yo estamos espantados de ser reyes tan jóvenes. Madre del alma, ¡aconseja a tus desgraciados niños en esta hora fatídica!". María Antonieta pronto se convirtió en símbolo escandaloso de la más licenciosa corte de Europa. Trataba de agradar y de obrar con acierto, pero no lo conseguía.
Sus faltas, exageradas por la opinión pública y consideradas como ejemplo vivo del desenfreno de la corte, no fueron otras que su desprecio a la etiqueta francesa, sus extravagancias y la constante búsqueda de placeres en el fastuoso grupo del conde de Artois, así como sus caprichosas interferencias en los asuntos de Estado para encumbrar a sus favoritas. Derrochadora, imprudente y burlona, la prensa clandestina comenzó a pintarla como un ser depravado y vendido a los intereses de la casa de Austria. La calumnia salpicaba su trono, siendo exagerada hasta el paroxismo por los libelos de la Revolución. Según los panfletos, la lista de sus amantes era interminable y sus excesos dignos de una Mesalina. Pronto fue conocida entre el pueblo con el despectivo mote de "la austríaca".

Detalle de un retrato de María Antonieta
(Jean-Baptiste Gautier Dagoty, 1775)
En 1785, un nuevo escándalo atribuido a su codicia vino a deteriorar su ya más que vapuleada fama. Todo el asunto giró alrededor de la más rica joya de la época. El célebre collar, realizado por los mejores orfebres de París para madame Du Barry, favorita del rey Luis XV, era una pieza insuperable. Sus más de mil diamantes, rubíes y esmeraldas parecían haber sido forjados pacientemente por los dioses en las entrañas de la tierra con el único fin de recibir la caricia del oro en un lugar preciso de la joya. Muerta la Du Barry antes de que se diera fin a la obra, la condesa de La Motte, aventurera que servía en la corte y pertenecía al círculo del tenebroso conde Cagliostro, embaucó al cardenal Louis de Rohan, rico y disoluto cortesano caído en desgracia, haciéndole creer que María Antonieta deseaba obtener el magnífico collar y que, no disponiendo del dinero suficiente, estaba dispuesta a firmar un contrato de compra si él lo garantizaba.
El cardenal, deseoso de congraciarse con María Antonieta, se entrevistó con quien creía que era la reina, suplantada por una bella joven apellidada d'Oliva, accedió a su petición y el 1 de febrero de 1785 el collar fue trasladado a Versalles. Pero no llegó a manos de la reina, sino que por una sucesión de intrigas fue a parar a la condesa de La Motte, que desapareció de París con su marido y se dedicó a vender afanosamente las gemas por separado. Una vez descubierta la estafa, la condesa aseguró ser favorita íntima de María Antonieta y esgrimió unas cartas comprometedoras de la reina falsificadas. María Antonieta fue acusada de intrigante y ambiciosa, y aunque el juicio demostró su inocencia, la campaña política orquestada para desprestigiarla tuvo éxito. El cardenal de Rohan fue desterrado, la condesa de La Motte azotada públicamente y su esposo condenado a galeras, pero el castigo ejemplar no pudo borrar el nuevo baldón que había caído sobre la honorabilidad de la reina.
La Revolución
La caída de la monarquía se fraguó en pocos meses. Ni Luis XVI ni María Antonieta comprendieron el carácter de los cambios que se avecinaban, provocando así su propia ruina. Ya no había posibilidades de reconciliación entre el pueblo y el rey. El intento de huida de los monarcas no hizo sino acentuar esta ruptura y patentizar que el país había dado la espalda a la corona.
El conde sueco Axel de Fersen, amante fidelísimo de María Antonieta, se encargó de preparar el plan de fuga con un grupo de selectos y secretos monárquicos. La familia real debía huir de París saliendo de las Tullerías durante la noche por una puerta falsa y dejando una proclama de acentos tradicionales dirigida al pueblo de París: "Volved a vuestro rey; él será siempre vuestro padre, vuestro mejor amigo." Sólo consiguieron llegar hasta Varennes, donde fueron reconocidos y detenidos. Cuando Luis XVI leyó el decreto que le obligaba a regresar, dijo: "Ya no hay rey en Francia". La Asamblea Legislativa no tuvo más remedio que someterse a cabecillas revolucionarios como Robespierre y Danton. No pudo evitar el asalto por las masas de la residencia real, arrebató los poderes al rey y permitió que fuese encarcelado en la torre del Temple. Después, para la realeza, no quedaba sino un trágico epílogo.

María Antonieta es llevada al Tribunal Revolucionario
María Antonieta acompañó a su esposo a la prisión haciendo gala de un valor que ennobleció su figura, rayana luego en el heroísmo al aceptar con patética serenidad la separación de sus hijos y la ejecución de su esposo en enero de 1793. Trasladada a la Conciergerie siete meses después y encerrada en una celda sin luz ni aire, sin abrigo, vigilada en todo momento por guardias muchas veces borrachos, sus nervios estuvieron a punto de quebrarse en vísperas del juicio. Pero resistió.
Durante el proceso intentó defenderse con sus últimos restos de dignidad, contestó en términos que confundieron a sus crueles enemigos y, ante la acusación suprema de haber corrompido a sus hijos, guardó primero silencio y luego, dirigiéndose hacia el público, exclamó: "¡Apelo a todas las madres que se encuentran aquí!" Las deliberaciones del tribunal duraron tres días y tres noches, siendo por fin declarada culpable de alta traición como "viuda del Capeto". El 16 de octubre de 1793, a media mañana, sería exhibida en carreta por París ante los ojos de la multitud y de Jacques-Louis David, "el pintor de la Revolución".
Ninguna imagen más expresiva ni más elocuente del enorme cambio que se había operado en ella que su famoso dibujo: no hay parecido alguno entre aquella ruina humana que marcha al encuentro de su destino y la mujer que había sido, según apreciara Walpole, la elegancia personificada. Luego subiría lentamente los peldaños del cadalso, redoblarían los tambores, caería la cuchilla y la cabeza ensangrentada, asida por los cabellos por uno de los verdugos, sería mostrada a la multitud vociferante.

Luis XVI

(Versalles, Francia, 1754-París, 1793) Rey de Francia y duque de Berry. Heredero de Luis, delfín de Francia, y nieto de Luis XV, en 1770 contrajo matrimonio con la hija de la emperatriz de Austria, la archiduquesa María Antonieta, quien le dio cuatro hijos. Hombre de buenas intenciones pero débil de carácter, poco interesado en los asuntos políticos, se dejó influenciar por la reina y por una camarilla de cortesanos.

En los primeros años de su reinado, las reformas económicas liberales que intentaron sacar adelante sus ministros Turgot, Malesherbes y Necker para reducir el déficit público tropezaron con el recelo de la nobleza. En política exterior, ámbito regido por Vergennes, Francia desempeñó un excelente papel en la guerra de Independencia norteamericana (1778-1783).
La persistente resistencia de los privilegiados a la liberalización de la economía desencadenó una crisis política interna que obligó a convocar los Estados Generales, convertidos en Asamblea Constituyente en 1789. El rey fue mejor considerado tras decretar el voto doble del tercer estado, pero pronto fue atacado tanto por este estamento como por el de los privilegiados.
Una vez iniciada la Revolución de 1789, el rey no pudo frenar al tercer estado y los incidentes se precipitaron. El 14 de julio de 1789 tuvo lugar la toma de la Bastilla. Tras el levantamiento de octubre, se instaló en París y fingió aceptar la Constitución de 1790. Sin embargo, tras su aparente conformidad, Luis XVI había pedido ayuda a los monarcas extranjeros e intentó huir de Francia, pero fue capturado en Varennes.
Se produjo entonces la suspensión de la realeza y una aguda polémica sobre la conveniencia de mantener a Luis XVI en el trono. Volvió a reinar en 1791, con unos poderes tan escasos que él mismo urdió intrigas para llevar el país hacia la anarquía. En 1792, tras el asalto a las Tullerías, fue suspendido definitivamente, juzgado por el delito de traición y condenado a morir en la guillotina.

Maximilien Robespierre

Político de la Revolución francesa que instauró el régimen del Terror (Arras, Artois, 1758 - París, 1794). Procedente de la pequeña nobleza del norte de Francia, se hizo abogado y frecuentó los círculos literarios y filosóficos de su ciudad en la década de 1780; sus escritos de esa época muestran la influencia de las ideas democráticas de Rousseau.
Cuando Luis XVI convocó a los Estados Generales para resolver la quiebra de las finanzas reales (1788), Robespierre fue elegido para representar al Tercer Estado de Artois. Y cuando la conversión del Tercer Estado en Asamblea Nacional puso en marcha la Revolución francesa (1789), Robespierre se erigió en defensor de las ideas liberales y democráticas más avanzadas (por ejemplo, fue él quien propuso la ley de 1791 que prohibía la reelección de los diputados, con la intención de renovar radicalmente el personal político).
No obstante, no parece que sostuviera convicciones republicanas hasta que la deslealtad del rey a la Constitución (con el intento de fuga de la familia real en 1791) defraudó su confianza en la fórmula monárquica; entonces sí, fue uno de los promotores de la ejecución de Luis XVI y de la implantación de la República.
Hombre íntegro, virtuoso y austero (recibió el sobrenombre de el Incorruptible), llevó su rigor moral y su fidelidad a los principios hasta el fanatismo. Esa fama le convirtió en uno de los líderes más destacados del Club de los Jacobinos, que agrupaba al partido revolucionario radical. Allí sostuvo la idea de mantener la paz con las potencias extranjeras para consolidar la revolución en Francia, pues veía en la guerra exterior que impulsaban los girondinos un claro peligro de debilitamiento del régimen.
El apoyo de las masas revolucionarias de París (los sans-culottes) a tales ideas se expresó en una «revolución dentro de la Revolución» en 1792-93, que llevó a Robespierre al poder: primero como miembro de la Comuna revolucionaria que ostentaba el poder local; luego como representante de la ciudad en la Convención nacional que asumió todos los poderes, y en la que Robespierre apareció como portavoz del partido radical de la Montaña (junto con Danton y Marat); y, una vez eliminados del poder los girondinos, como miembro del Comité de Salvación Pública en el que la Convención delegó el poder ejecutivo (1793).
Tras arrebatarle el poder a Danton, Robespierre se convirtió en el «hombre fuerte» de aquel Comité, secundado por Saint-Just; instauró una dictadura de hecho para salvar a la Revolución de las múltiples amenazas que se cernían sobre ella: el ataque militar de las monarquías absolutistas europeas coligadas contra Francia, la amplitud de la insurrección contrarrevolucionaria en el interior (conocida como la Vendée), la quiebra de la Hacienda Pública y el empobrecimiento de las masas populares.
Robespierre impuso una sangrienta represión para impedir el fracaso de la Revolución, no dudando en aprobar leyes que recortaban las libertades y simplificaban los trámites procesales en favor de una «justicia» revolucionaria tan expeditiva como arbitraria; completaba el mecanismo represivo un sistema de delación extendido por todo el país mediante 20.000 comités de vigilancia. En 1794 eliminó físicamente a la extrema izquierda (los partidarios de Hébert) y a los revolucionarios moderados (los indulgentes de Danton y Desmoulins), al tiempo que perseguía sin piedad a toda clase de contrarrevolucionarios, monárquicos, aristócratas, clérigos, federalistas, capitalistas, especuladores, rebeldes, traidores y desafectos (hasta 42.000 penas de muerte en un año).
Buscaba así eliminar las disensiones y cohesionar a la población en torno al gobierno revolucionario y al esfuerzo de guerra. Adoptó medidas sociales encaminadas a ganarse el apoyo de las masas populares urbanas, como la congelación de precios y salarios. Quiso recuperar la religión como fundamento espiritual de la moral y del Estado, instaurando por decreto el culto del Ser Supremo y celebrando en su honor una fiesta en la que quemó una estatua que simbolizaba el ateísmo. El éxito obtenido en la batalla de Fleurus (1794), que detuvo el avance de los ejércitos austriacos y prusianos hacia París, culminó la obra de Robespierre poniendo a salvo el régimen revolucionario; pero fue también el inicio de su caída, pues al desaparecer la situación de emergencia resultaban aún más injustificados los excesos del Terror.
Una coalición de diputados de diversas tendencias obtuvo de la Convención el cese y arresto de Robespierre y sus colaboradores en el Comité, en una turbulenta sesión en la que se impidió hablar a los acusados y en la que el propio Robespierre resultó herido. De nada sirvió el conato de insurrección popular que protagonizaron los sans-culottes para salvar a Robespierre. Juzgado por sus propios métodos, fue guillotinado junto con 21 de sus partidarios en la plaza de la Revolución, poniendo fin al Terror y dando paso a un periodo de reacción hacia posiciones moderadas.

Voltaire


(François-Marie Arouet; París, 1694- id., 1778) Escritor francés. Fue la figura intelectual dominante de su siglo. Ha dejado una obra literaria heterogénea y desigual, de la que resaltan sus relatos y libros de polémica ideológica. Como filósofo, Voltaire fue un genial divulgador, y su credo laico y anticlerical orientó a los teóricos de la Revolución Francesa.
Voltaire estudió en los jesuitas del colegio Louis-le-Grand de París (1704-1711). Su padrino, el abate de Châteauneuf, le introdujo en la sociedad libertina del Temple. Estuvo en La Haya (1713) como secretario de embajada, pero un idilio con la hija de un refugiado hugonote le obligó a regresar a París. Inició la tragedia Edipo (1718), y escribió unos versos irrespetuosos, dirigidos contra el regente, que le valieron la reclusión en la Bastilla (1717). Una vez liberado, fue desterrado a Châtenay, donde adoptó el seudónimo de Voltaire, anagrama de Árouet le Jeune» o del lugar de origen de su padre, Air-vault.
Un altercado con el caballero de Rohan, en el que fue apaleado por los lacayos de éste (1726), condujo a Voltaire de nuevo a la Bastilla; al cabo de cinco meses, fue liberado y exiliado a Gran Bretaña (1726-1729). En la corte de Londres y en los medios literarios y comerciales británicos fue acogido calurosamente; la influencia británica empezó a orientar su pensamiento. Publicó Henriade (1728) y obtuvo un gran éxito teatral con Bruto (1730); en la Historia de Carlos XII (1731), Voltaire llevó a cabo una dura crítica de la guerra, y la sátira El templo del gusto (1733) le atrajo la animadversión de los ambientes literarios parisienses.
Pero su obra más escandalosa fue Cartas filosóficas o Cartas inglesas (1734), en las que Voltaire convierte un brillante reportaje sobre Gran Bretaña en una acerba crítica del régimen francés. Se le dictó orden de arresto, pero logró escapar, refugiándose en Cirey, en la Lorena, donde gracias a la marquesa de Châtelet pudo llevar una vida acorde con sus gustos de trabajo y de trato social (1734-1749).
El éxito de su tragedia Zaïre (1734) movió a Voltaire a intentar rejuvenecer el género; escribió Adélaïde du Guesclin (1734), La muerte de César (1735), Alzire o los americanos (1736), Mahoma o el fanatismo (1741). Menos afortunadas son sus comedias El hijo pródigo (1736) y Nanine o el prejuicio vencido (1749). En esta época divulgó los Elementos de la filosofía de Newton (1738).
Ciertas composiciones, como el Poema de Fontenoy (1745), le acabaron de introducir en la corte, para la que realizó misiones diplomáticas ante Federico II. Luis XV le nombró historiógrafo real, e ingresó en la Academia Francesa (1746). Pero no logró atraerse a Mme. de Pompadour, quien protegía a Crébillon; su rivalidad con este dramaturgo le llevó a intentar desacreditarle, tratando los mismos temas que él: Semíramis (1748), Orestes (1750), etc.
Su pérdida de prestigio en la corte y la muerte de Mme. du Châtelet (1749) movieron a Voltaire a aceptar la invitación de Federico II. Durante su estancia en Potsdam (1750-1753) escribió El siglo de Luis XIV (1751) y continuó, con Micromégas (1752), la serie de sus cuentos iniciada con Zadig (1748).

Barón De Montesquieu


(Charles-Louis de Secondat, barón de Montesquieu) Pensador francés (La Brède, Burdeos, 1689 - París, 1755). Perteneciente a una familia de la nobleza de toga, Montesquieu siguió la tradición familiar al estudiar Derecho y hacerse consejero del Parlamento de Burdeos (que presidió de 1716 a 1727). Vendió el cargo y se dedicó durante cuatro años a viajar por Europa observando las instituciones y costumbres de cada país; se sintió especialmente atraído por el modelo político británico, en cuyas virtudes halló argumentos adicionales para criticar la monarquía absoluta que reinaba en la Francia de su tiempo.
Montesquieu ya se había hecho célebre con la publicación de sus Cartas persas (1721), una crítica sarcástica de la sociedad del momento, que le valió la entrada en la Academia Francesa (1727). En 1748 publicó su obra principal, Del espíritu de las Leyes, obra de gran impacto (se hicieron 22 ediciones en vida del autor, además de múltiples traducciones a otros idiomas). Hay que enmarcar su pensamiento en el espíritu crítico de la Ilustración francesa, con el que compartió los principios de tolerancia religiosa, aspiración a la libertad y denuncia de viejas instituciones inhumanas como la tortura o la esclavitud; pero Montesquieu se alejó del racionalismo abstracto y del método deductivo de otros filósofos ilustrados para buscar un conocimiento más concreto, empírico, relativista y escéptico.
En El espíritu de las Leyes, Montesquieu elaboró una teoría sociológica del gobierno y del derecho, mostrando que la estructura de ambos depende de las condiciones en las que vive cada pueblo: en consecuencia, para crear un sistema político estable había que tener en cuenta el desarrollo económico del país, sus costumbres y tradiciones, e incluso los determinantes geográficos y climáticos.
De los diversos modelos políticos que definió, Montesquieu asimiló la Francia de Luis XV -una vez eliminados los parlamentos- al despotismo, que descansaba sobre el temor de los súbditos; alabó en cambio la república, edificada sobre la virtud cívica del pueblo, que él identificaba con una imagen idealizada de la Roma republicana; pero, equidistante de ambas, definió la monarquía como un régimen en el que también era posible la libertad, pero no como resultado de una virtud ciudadana difícilmente alcanzable, sino de la división de poderes y de la existencia de poderes intermedios -como el clero y la nobleza- que limitaran las ambiciones del príncipe.

Denis Diderot


(Langre, Francia, 1713-París, 1784) Filósofo y escritor francés. Fue el hijo mayor de un acomodado cuchillero, cuyas virtudes burguesas de honradez y amor al trabajo había de recordar más tarde con admiración.
A los diez años ingresó en el colegio de los jesuitas en Langres y en 1726 recibió la tonsura por imposición de su familia con el propósito –luego frustrado– de que sucediera como canónigo a un tío materno. En 1728 marchó a París para continuar sus estudios; por la universidad parisiense se licenció en artes en 1732, e inició entonces una década de vida bohemia en la que se pierde el hilo de sus actividades.
En 1741 conoció a la costurera Antoinette Champion, que no tardó en convertirse en su amante y con la cual se casaría dos años más tarde contra la voluntad de su padre, quien trató de recluirlo en un convento para abortar sus planes. Fue un matrimonio desdichado, marcado por la muerte de los tres primeros hijos en la infancia (sólo sobrevivió la cuarta hija, más tarde autora de la biografía de su padre). En 1745, inició una relación amorosa con Madame de Puisieux, la primera de una serie de amantes que terminaría con Sophie Volland, de la que se enamoró en 1755 y con quien mantuvo un intercambio epistolar que constituye la parte más notable de su correspondencia.
En 1746, la publicación de sus Pensamientos filosóficos, en los que proclama su deísmo naturalista, le acarreó la condena del Parlamento de París. Ese mismo año entró en contacto con el editor Le Breton, quien le encargó la dirección, compartida con D’Alembert, de la Enciclopedia. Durante más de veinte años, Diderot dedicó sus energías a hacer realidad la que fue, sin duda, la obra más emblemática de la Ilustración, a la cual contribuyó con la redacción de más de mil artículos y, sobre todo, con sus esfuerzos por superar las múltiples dificultades con que tropezó el proyecto.
En 1749, la aparición de su Carta sobre los ciegos para uso de los que pueden ver le valió ser encarcelado durante un mes en Vincennes por «libertinaje intelectual», a causa del tono escéptico del texto y sus tesis agnósticas; en la cárcel recibió la visita de Rousseau, a quien conocía desde 1742 y que en 1758 acabó por distanciarse de él.

D´Alambert


Científico y pensador francés de la Ilustración (París, 1717-1783). Sus investigaciones en matemáticas, física y astronomía le llevaron a formar parte de la Academia de Ciencias con sólo 25 años; y resultaron de tal relevancia que aún conservan su nombre un principio de física que relaciona la estática con la dinámica y un criterio de convergencia de series matemáticas.
Sin embargo, su mayor renombre lo iba a alcanzar como filósofo. Junto con Diderot dirigió la Enciclopedia, compendio del saber de su tiempo que ha dado nombre a este tipo de obras hasta nuestros días; el propio D’Alembert redactó en 1751 el «Discurso preliminar», en el cual apuntaba el enfoque general de la obra, ligado a la filosofía de las «Luces». Su pensamiento resulta una síntesis entre el racionalismo y el empirismo, que subraya la unidad del saber y la fe en el progreso de la Humanidad a través de las ciencias, unificadas por una filosofía desprendida de mitos y creencias trascendentales.
Cuando la campaña de los reaccionarios contra la Enciclopedia consiguió que se prohibiera continuar su edición (1759), se retiró de la obra, dejando a Diderot como único director. Pero siguió sosteniendo el pensamiento crítico, humanista y reformista de los ilustrados desde su puesto como secretario perpetuo de la Academia Francesa (1772).

Introduccion A La Revolución Francesa

La Revolución Francesa fue el cambio político más importante que se produjo en Europa, a fines del siglo XVIII. No fue sólo importante  para Francia, sino que sirvió de ejemplo para otros países , en donde se desataron conflictos sociales similares, en contra de un  régimen anacrónico y opresor, como era la monarquía. Esta revolución significó el triunfo de un pueblo pobre, oprimido y cansado de las injusticias, sobre los privilegios de la nobleza feudal y del estado absolutista.
Durante el reinado de Luis XIV (1643-1715) (foto), Francia se hallaba bajo el dominio de una monarquía absolutista, el poder de rey y de la nobleza era la base de este régimen, pero en realidad el estado se encontraba en una situación económica bastante precaria, que se agravó por el mal gobierno de Luis XV (bisnieto de Luis XIV), y que tocó fondo durante el reinado de Luis XVI, gobernante bien intencionado, pero de carácter débil, por lo que se lo llamaba el buen Luis.
El mantenimiento de un estado absolutista demandaba mucho dinero, ya que:
* Existía un gran número de funcionarios en el gobierno y cada uno buscaba su propio beneficio
* Se tenía que mantener un gran  ejército permanente.
* La corte vivía rodeada de lujos. 
Algunos ministros de Hacienda trataron de encontrar una solución a esta crisis, pero sus medidas sólo complicaron más la situación.
 Aparece un nuevo problema:
·     En envió de  tropas a América de Norte, para defender su posiciones territoriales, antes el avance de gobierno inglés, en la guerra de los Estados Unidos.
·     Consecuentemente la monarquía se endeudó mucho más.
 Soluciones Propuestas:
·     Se recurrió al tradicional intento de aumentar los impuestos.
·    Se trató de conseguir que la nobleza también aporte su correspondiente diezmo, medida que provocó la ira y oposición de esta última clase social, que estaba dispuesta a defender sus privilegios feudales, hasta el punto de enfrentar la monarquía.
·   Para que no se empeorara su situación económica la nobleza trató de acaparar más cargos en la burocracia estatal, y además, aumentó la explotación de los campesinos que trabajaban en sus tierras, exigiéndoles   mayores contribuciones.
Resumiendo:
a- La economía del país estaba arruinada.
b- Los nobles consecuentemente sufrían dramas financieros.
c- El clero no recibía el diezmo por parte del pueblo.
d- La burguesía quería acceder a cargos públicos.
e- Los campesinos estaban cansados del poder feudal.
La sociedad estaba compuesta por tres sectores sociales llamados estados.
El primer estado era la Iglesia; sumaba unas 120.000 personas, poseía el 10% de las berras de Francia y no pagaba impuestos. Recibía de los campesinos el “diezmo”, es decirla décima parte del producto de sus cosechas. Sólo la Iglesia podía legalizar casamientos, nacimientos y defunciones, y la educación estaba en sus manos.
El segundo estado era la nobleza, integrada por unas 350.000personas. Dueños del 30 % de las tierras, los nobles estaban eximidos de la mayoría de los impuestos y ocupaban todos los cargos públicos. Los campesinos les pagaban tributo y sólo podían venderles sus cosechas a ellos. Tenían tribunales propios, es decir que se juzgaban a sí mismos.
El tercer estado comprendía al 98% de la población, y su composición era muy variada. Por un lado estaba la burguesía, formada por los ricos financistas y banqueros que hacían negocios con el estado; los artesanos, funcionarios menores y comerciantes. Por otra parte, existían campesinos libres, muy pequeños propietarios, arrendatarios y jornaleros. El proletariado urbano vivía de trabajos artesanales y tareas domésticas. Finalmente estaban los siervos, que debían trabajo y obediencia a sus señores. El tercer estado carecía de poder y decisión política, pero pagaba todos los impuestos, hacia los peores trabajos y no tenía ningún derecho. La burguesía necesitaba tener acceso al poder y manejar un estado centralizado que protegiera e impulsara sus actividades económicas, tal como venia ocurriendo en Inglaterra.
Viendo la difícil situación económica que se asomaba, la nobleza exigió que se llamara a Estados Generales, para el tratamiento de una ley de impuestos. La monarquía prácticamente arruinada económicamente y sin el apoyo de gran parte de la nobleza, estaba en la ruina.
Cuando se reunieron en los Estados Generales (1789), la situación de Francia estaba sumamente comprometida, ya que el pueblo no soportaba más tan penosa vida, y existía un gran descontento social. Como se dijo, las clases sociales existentes en ese momento eran: la nobleza, el clero y la burguesía, pero al contar los votos de la nobleza y del clero, que pertenecían a un estamento privilegiado, superaban en número a la burguesía, y por lo tanto siempre se tomaban las decisiones que a esta sector le convenía. Solucionado este sistema de conteo, el tercer estamento (la burguesía) pudo tomar el control de la situación, y comenzó a sesionar como Asamblea Nacional,  y juraron solemnemente que ésta no se disolvería hasta tanto no se logre conformar una Constitución Nacional.
En 14 de Julio de 1789, la burguesía se vio apoyada por un gran sector explotado por la nobleza, los campesinos, que en medio de una agitada multitud revolucionaria formada por hombres y mujeres, saturados de injusticias y de hambre, se dirigen violentamente a la Bastilla, símbolo del régimen absolutista, donde funcionaba como cárcel de los opositores al sistema de gobierno, y toman la toman por la fuerza. Esta demostración atemorizó a los partidarios del antiguo sistema, y sirvió para inclinar la balanza en favor de los revolucionarios, desplazando así del poder a los nobles y partidarios del absolutismo.
Paralelamente se produjo en las zonas rurales levantamientos de los campesinos contra los señores feudales, lo cuales fueron asesinados, y sus castillos saqueados e incendiados. A este movimiento social por la justicia y fraternidad de los hombres en 1789, se lo conoce como el Gran Miedo.
La Asamblea Nacional estaba formada por la burguesía, que inicialmente para luchar contra la monarquía, lo hizo en forma unificada, pero en realidad la burguesía no era una clase social homogénea, sino que estaba dividida en la alta burguesía –banqueros, financistas, comerciantes, propietarios- y en la baja burguesía formada por los profesionales (abogados y médicos), pequeños comerciantes y dueños de talleres.
Cuando llegó el momento de decidir por la forma de gobierno, la alta burguesía apoyó a los girondinos, oriundos de la provincia de La Gironda, que querían llegar a un acuerdo con la monarquía e instaurar una monarquía constitucional, es decir, tenía una actitud moderadora respecto a los cambios políticos.
Por otro lado estaban los jacobinos, que tenían ideas más revolucionarias y de cambios radicales, con tendencia a la instauración de una república democrática, con derechos a la participación política y con la aplicación de medidas más equitativas para la repartición de la riqueza y la lucha contra el hambre popular. Dicho nombre proviene de que se reunían en asambleas, llamadas clubes , en un convento ubicado sobre la calle San Jacobo.